Queriendo salir
... y cuando pensaba que la felicidad se alejaría para siempre de mí, cuando estaba seguro de perderme entre multitudes de soñadores dolidos, cuando la desesperanza atacaba sin piedad sobre mis tropas descarnadas... apareció una grieta de luz en el cielo de cemento que nos rodea.
Ahora, nadie contó con mis anhelos ilusorios sin sosiego, con mis recorridos mentales infinitos sin pausas, con los movimientos de conjeturas que puede un mortal indefenso a la realidad realizar.
Nadie me dijo que me volvería a tropezar con ese infame ladrillo del desinterés, que iba a acabar de nuevo despatarrado en el lodo buscando la llave de salida de estas cuevas oscuras y frías.
Y allí estaba ese ángel sonriendo detrás de capas de vidrio impenetrable.
Y después de todo, al rato de vivir esas contiendas, cuando llega el momento del descanso y la luna intenta abrirse paso a través de nubes de melancolía, aparece ella... bah, siempre está esperando agazapada... Repito: aparece ella, la soledad, esa maldita compañera de siempre, la única que no se cansa de escuchar lamentos, sollozos, llantos, desgarros, súplicas, conclusiones, delirios y hasta amenazas inconscientes... ella se envuelve de vacío y se instala cerca de uno, aguardando el momento exacto para herir lo que queda sano de uno. Y descarga todas sus municiones de desencantos, realidades crudas, comprensiones tristes, para que la mente termine de enloquecer y crea que tal vez al día siguiente todo se habrá esfumado, pero sabiendo en el fondo que no.
Ahora, nadie contó con mis anhelos ilusorios sin sosiego, con mis recorridos mentales infinitos sin pausas, con los movimientos de conjeturas que puede un mortal indefenso a la realidad realizar.
Nadie me dijo que me volvería a tropezar con ese infame ladrillo del desinterés, que iba a acabar de nuevo despatarrado en el lodo buscando la llave de salida de estas cuevas oscuras y frías.
Y allí estaba ese ángel sonriendo detrás de capas de vidrio impenetrable.
Y después de todo, al rato de vivir esas contiendas, cuando llega el momento del descanso y la luna intenta abrirse paso a través de nubes de melancolía, aparece ella... bah, siempre está esperando agazapada... Repito: aparece ella, la soledad, esa maldita compañera de siempre, la única que no se cansa de escuchar lamentos, sollozos, llantos, desgarros, súplicas, conclusiones, delirios y hasta amenazas inconscientes... ella se envuelve de vacío y se instala cerca de uno, aguardando el momento exacto para herir lo que queda sano de uno. Y descarga todas sus municiones de desencantos, realidades crudas, comprensiones tristes, para que la mente termine de enloquecer y crea que tal vez al día siguiente todo se habrá esfumado, pero sabiendo en el fondo que no.
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